El estudio analiza la influencia de las campañas institucionales para la prevención del tabaquismo, del alcoholismo, de la obesidad o de las enfermedades cardiológicas, del sida. Sus conclusiones valoran positivamente estas campañas, porque están logrando modificar las conductas de riesgo. Sin embargo, si se analizan los resultados por campos, se aprecian diferencias notables: mientras que en el consumo de tabaco las campañas producen resultados positivos visibles, en el caso del alcohol los efectos son prácticamente insignificantes. Cuando se trata de valorar las campañas para la prevención del sida, los investigadores califican los avances de “moderados” en el uso del preservativo y de “insignificantes” en cuanto al objetivo de reducir el número de “parejas sexuales”, es decir, de la promiscuidad que dispara el riesgo.

Mientras que las campañas anti-tabaco producen resultados positivos visibles, en el caso del alcohol los efectos son prácticamente insignificantes

Cuando se estudian los obstáculos a las campañas contra el tabaco, se aducen factores como el prestigio social de fumar –más que discutible hoy en día– o la dura competencia de las industrias tabaqueras. Estas fuerzas estarían contrarrestando la eficacia de las campañas. Sin embargo, al analizar el caso del creciente contagio de sida, las explicaciones brillan por su ausencia. No existe en este caso una industria que en teoría se oponga directamente al objetivo de reducir la tasa de contagio, ni tampoco se puede argumentar que en el imaginario social la utilización del preservativo esté mal vista. No parece que los medios de comunicación se opongan a esta conducta, sino todo lo contrario.

Lo que no se dice

El estudio no responde a esta pregunta. O quizás lo hace de manera tangencial y sumaria cuando afirma que la reducción de la tasa de contagio de sida “requiere cambios en el comportamiento humano a gran escala”. ¿Se refiere a cambios más allá del aumento en el uso del preservativo?, ¿está reconociendo el fracaso de las estrategias basadas en el “póntelo, pónselo”? Si es así, la crítica no va más lejos, porque enseguida el informe ofrece unas cifras en forma de bomba de humo que señalan el positivo influjo que algunas campañas de fomento del preservativo han producido en el descenso de la tasa de natalidad entre las jóvenes africanas, aunque precisa seguidamente que no se puede asegurar que dicho descenso guarde una relación directa con las mencionadas campañas.

En la prevención del sida hay un mayor uso del preservativo, pero los mayores riesgos asociados a la multiplicación de parejas sexuales persisten

Sin embargo es llamativo que no se haga ninguna mención, por ejemplo, a la preocupante tasa de contagio del sida en Europa, o a su especial incidencia entre el colectivo homosexual. Otro informe publicado el nueve de octubre –también en The Lancet- constata que en Francia el sida está fuera de control entre los homosexuales. También en Estados Unidos el colectivo gay es el único en el que ha crecido la tasa de contagios en el último año (cfr. www.cdc.gov, septiembre de 2010). El informe, en cambio, vuelve a acordarse de Europa para constatar que los esfuerzos de los distintos gobiernos se han materializado en un mayor uso del preservativo, aunque sin embargo no ha disminuido el número de parejas sexuales. Pese al tono optimista de todo el estudio, los datos ofrecidos no llevan precisamente al entusiasmo: en cuanto a hábitos sexuales, las campañas institucionales centradas en el preservativo no están dando los resultados esperados.

Natalidad y prevención del sida

El estudio aborda las campañas centradas en la natalidad desde la perspectiva de la llamada “planificación familiar”, una forma eufemística de promover la contracepción, no solo dentro de la familia, sino en cualquier ámbito. Desde este punto de vista, la maternidad aparece como un “fracaso organizativo” o como la consecuencia negativa de una información deficiente. Es significativo que la reducción de la natalidad se tome como un objetivo propio de estas campañas de “concienciación social”, al mismo nivel que la prevención del sida. De hecho, ambas aparecen vinculadas en el título del epígrafe: “Reducción de la tasa de natalidad y prevención del contagio del sida”.

Lo que une a estos dos objetivos no es tanto erradicar lo que se consideran malos hábitos en el comportamiento sexual, sino proponer una estrategia común: el inevitable uso del preservativo.

Este reduccionismo, unido al poco éxito en la modificación de las conductas de las personas expuestas a las tradicionales campañas del estilo “póntelo, pónselo”, está llevando a la utilización de nuevas estrategias de marketing. Es el caso de la moda de introducir mensajes a favor de la “planificación familiar” –en su sentido más profiláctico– en espacios televisivos de entretenimiento, y más en concreto en las series de ficción, diluyendo la dosis de propaganda entre el resto de contenido para lograr mayor impacto.

El informe argumenta que los avances en la contracepción solo se producen cuando se da un clima “favorable al uso moderno de la contracepción y a la idea de un modelo de familia menos numerosa”. De ahí –añaden– que el aumento en la demanda de métodos de contracepción solo se estén dando –y a corto plazo– entre aquellas personas expuestas a las campañas de concienciación institucional que previamente eran favorables a este tipo de técnicas. La influencia entre los que no lo son es mucho menor. Es decir, que las mencionadas campañas convencen a los ya convencidos, mientras que son ineficaces entre los críticos.