domingo, septiembre 07, 2014

PEDERASTAS

PEDERASTAS


            “Los niños son la sonrisa del cielo confiada a la tierra” (1). Estas bellas palabras no son solo eso, ni siquiera un alarde lingüístico, son una verdad corroboradas por el mismo Jesús que nos dice en Mateo: “El que recibe a un niño como este en mi nombre, a mi me recibe” (2).
                No puede haber tolerancia con los pederastas, estos  están matando la sonrisa de Dios, es un pecado muy próximo al del Espíritu Santo. ¿Cómo pues se puede perdonar?
Les destruye la inocencia, la sencillez, la sinceridad. Son violadores de Dios.
                Tiemblo pensando en esos sacerdotes que deberían ser otros Cristo y son violadores de Dios. ¡¡Qué responsabilidad!! ¿Qué le dirán a Jesús en el Juicio particular? ¿Qué será de ellos en el Universal? ¿Qué podrán argüir en su defensa?
                Dios mío no les abandones a su suerte, ilumínales, dales tu gracia para que vean, que se arrepientan e intenten, por justicia, recomponer el daño causado, es difícil pues es irreversible, pero siempre hay  modos de recomponer, de forma que, donde estuvo el pecado aparezca el amor.
                Esta sociedad hedonista que aparta a Dios de sí, que vuelve a repetir que Dios ha muerto, cuando quien está muerta a la Vida, a la Gracia es ella misma. Y por eso tantos violadores, tantos infanticidas, tantos aborteros. Y los pederastas son de alguna manera infanticidas, ya que causan la muerte de esa sonrisa de Dios, causan la muerte de la inocencia, causan la muerte de la gracia en muchos de ellos.
                Estamos colmando la paciencia de Dios. No es mi deseo ser apocalíptico, pero si la sociedad, las leyes no cambian, si nosotros mismos no rectificamos en nuestra vida, y todos tenemos mucho que rectificar que corregir, estamos tentando a Dios, estamos provocando que su infinita paciencia no sea tan infinita, tenga fin y tal vez no podamos acogernos a su Misericordia.
                Rectifiquemos pues, cambiemos esas estructuras de pecado poniendo amor, poniendo a Dios en nuestra vida, en las  Leyes, en nuestro trabajo, en nuestra familia. Porque Dios es Amor.

(1)    Juan Pablo II, audiencia 17-08-1994

(2)    Mt. 18, 5

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